24 de abril de 2014

Extrañas Sensaciones. (Capítulo 4)

¿Alguna vez les ha pasado que no pudieron apartar los ojos de alguien? Bueno, así me siento yo ahora.
Lo miré y me olvidé de todo, de mi hombro dolorido, de donde estaba, de Christian, de mi nombre, de respirar... Mi cuerpo estaba tenso y mis instintos me decían que corriera, que me alejara de el, que era peligroso... Pero no podía moverme, solo podía concentrarme en respirar. ¿Que demonios me pasaba?
El se levantó, me miró unos segundos y sin decir palabra empezó a correr hacia la izquierda y desapareció en la esquina. Sacudí mi cabeza despejando mis pensamientos y fruncí el ceño. Lo que tenía de atractivo lo perdía en mala educación. ¿Porqué había salido corriendo? Confundía y ofendida me levanté del piso y miré fijamente la esquina por la que había desaparecido el dueño de los increíbles ojos azules.
Miré la hora, aún tenía tiempo. Corrí siguiendo el camino por el cual había desaparecido el y me detuve en la esquina, mirando a todos lados. Una sombra captó mi atención, alcancé a verla justo cuando doblaba de nuevo por un callejón. La seguí corriendo todo lo que pude y llegué justo cuando lo vi doblar de nuevo.
-¡Espera!- Le grité aún sabiendo que no me escucharía.
Corrí de nuevo adentrándome por el callejón oscuro mientras sentía unas gruesas gotas de lluvia que empezaban a caer. Me detuve cuando no vi nada, un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Y entonces lo sentí, esa sensación de peligro, de correr. Me giré, pero ya era muy tarde. Era musculoso y alto, corpulento, llevaba una capucha puesta que le cubría el rostro, y en su mano, una navaja.
Lo tenía a apenas tres pasos de mi, la sangre se me heló y empecé a temblar. El se adelantó un paso mas y extendió el brazo amenazándome con la navaja.
-¡Dame todo lo que tengas o te cortaré la garganta!
Con las manos temblorosas me quité la mochila y la arrojé a sus pies esperando el momento. El se agachó brevemente para recogerla, pero ese instante era lo único que necesitaba. Me di media vuelta y corrí como nunca, sin mirar atrás, sin saber a donde iba. Sentí sus gritos acompañados de pisadas, el me perseguía. Corrí por una calle de tierra, estaba llena de barro dado que una gran tormenta estaba cayendo. Aumenté mi velocidad y seguí corriendo y corriendo, hasta dejar de escucharlo. El pecho me ardía, pero no podía parar, debía salir de allí. Giré por una esquina y choqué contra alguien o algo. Sus ojos azules fueron lo ultimo que vi antes de desmayarme.
**********************
Otra vez aquella chica. Me incorporé del suelo por segunda vez en el día y la miré. No reaccionaba, estaba tumbada sobre el piso, tenía los ojos cerrados y su cabello negro le tapaba el rostro. ¿Se había desmayado? Me acerqué y le aparté el cabello de los ojos. De nuevo esa sensación. Esa intensa sensación que había sentido cuando la había visto un rato antes, ese impulso de protegerla, socorrerla, sentía que estaba en peligro, y quería ayudarla con todas sus fuerzas. Pasé mis manos por debajo de su cuerpo y la cargué en brazos. No podía dejarla allí en el suelo, no cuando todos mis instintos me decían que algo le iba a pasar, no en este lugar. Caminé con ella en brazos mirando hacia todos los lados, vigilando que todo estuviera tranquilo. Recorrí en silencio el trayecto hasta mi casa por las calles vacías, me detuve enfrente de mi puerta y la miré dudando. Me la cargué al hombro para tener las manos libres y saqué la llave de mi bolsillo, abrí y la volví a acunar entre mis brazos, cerrando la puerta con el pie. Contemplé su rostro, era hermosa. Su cabello era castaño y le caía sobre los hombros hasta la mitad de la espalda, sus labios eran carnosos, rojos, delicados. Era delgada y de estatura mediana. ¿Que iba a hacer ahora? Debía esperar que se despertara y alejarme de ella, todo lo posible. No crear vínculos, me había dicho Axel. Pero sentía la necesidad de cuidarla, estar junto a ella en todo momento, era una sensación angustiante. ¿Que iba a hacer con ella?
********************
Me dolía la cabeza, sentía que iba a estallar. ¿Que había pasado? Recuerdo... Recuerdo el callejón, la navaja... El chico, el de los ojos azules. Oh dios mio. ¿Donde demonios estaba? Abrí los ojos y me senté rápidamente mirando a mi alrededor. Era un dormitorio, prácticamente vacío, excepto por un viejo armario y la mesita de noche al lado de la cama. Había una ventana, pero no podía ver hacía afuera ya que la persiana estaba bajada. Corrí la manta que me tapaba y casi me da un ataque de pánico al ver que no llevaba nada mas puesto que la ropa interior y una enorme camiseta que me llegaba hasta casi las rodillas. ¿DONDE ESTABA MI ROPA? Me incorporé atemorizada y me di la vuelta. Por poco vuelvo a desmayarme. Al lado de la puerta había una silla, y en ella estaba el chico, el propietario de los increíbles ojos azules, el maleducado que no me había ayudado a levantar, el que provocaba que sintiera ese impulso de correr y alejarme de el. Hacía quien sabe cuanto rato me había quedado prendida de sus ojos azules, ahora cerrados. Estaba profundamente dormido.
¿Que demonios iba a hacer ahora? ¿El me había traído hasta aquí? ¿Esta era su casa? ¿Porqué me sentía así cuando estaba con el? Eran muchas preguntas sin respuesta y mi cabeza parecía que iba a explotar. Me alejé un paso de la cama para ir hacia la puerta y sentí nauseas. La cabeza me daba vueltas y las nauseas no ayudaban para nada, mareada y desorientada me apoyé en la cama, las piernas me flaquearon caí sobre ella. Esperé unos minutos a que se me pasaran las nauseas y me incorporé de nuevo, esta vez lentamente para no caerme. No me sentía bien. Debía de ser el estrés acumulado del día, primero Bill, luego la llegada tarde, el dúplex, Christian, la humillación, el chico de los ojos azules, el tipo corpulento y su navaja, la persecución... Eran demasiadas cosas.
Caminé lentamente hasta la puerta e intentando no hacer ruido la abrí. La puerta chirrió y se abrió dejando al descubierto un pasillo a oscuras. Tanteando la pared caminé hasta el final de el y busqué el interruptor de luz, no estaba allí. Un ruido procedente de la oscuridad me sobresaltó y salté asustada hacia atrás. Las nauseas me abundaron de nuevo y sentí mis piernas fallar de nuevo. Una fuerte mano me atrapó por la cintura antes de que mi cuerpo tocara el suelo. Chillé y me aparté, pegándome contra la pared para no volver a caer. Sentí el calor de su cuerpo frente a mi, su aliento en mi cuello, nuestras respiraciones aceleradas mezcladas en el profundo silencio.
-Lo siento, no quería asustarte. - Dijo. Era el, el atractivo y maleducado.
Me quedé en silencio esperando que hablara de nuevo. Lo escuché alejarse y se encendió la luz. Estábamos en su sala de estar, el estaba de pie al lado del sofá mirándome fijamente.
-¿Como llegué aquí? - Pregunté en un susurro.- ¿Quien eres? ¿Donde está mi ropa? ¿Que hora es?
El se acercó despacio, dudando.
-Yo te traje después de que te desmayaras, tu ropa está secándose, estaba llena de barro y la lavé, son las 20:21. - Dijo también susurrando mientras consultaba su reloj digital.- Y en cuanto a quien soy... Me llamo Lucas. Es lo único que necesitas saber.
Oh Dios mio. ¡Eran muy tarde! ¡Estaba en la casa de un desconocido al que solo había visto dos veces en mi vida y llevaba puesto solo una camiseta! Respiré hondo y cerré los ojos.
-Deberías sentarte- Dijo el aún entre susurros, su voz envió un escalofrío por todo mi cuerpo. La sensación de peligro volvió a abrumarme.
Abrí los ojos nuevamente y caminé hasta el sofá sintiendo su mirada en mi, me senté y el me siguió, sentándose al lado mio.
-Me llamo Anastasia, puedes decirme Ana.- Le dije mirándolo. - Y un loco con un cuchillo intentó robarme hoy, gracias por traerme aquí.
Suspiró y murmuró:
-Sabía que ibas a correr peligro. - Lo dijo tan bajo que apenas logré escucharlo.
-Perdón ¿Que dijiste? -Le pregunté confundida.
El sacudió la cabeza y clavó sus ojos en mi.
-¿Que pasó exactamente Anastasia?
Le conté apresuradamente lo que había pasado y el escuchó en silencio.
-Eso explica tu mareo.- Dijo cuando terminé.
-¿Que? - Pregunté confundida nuevamente.
-Aún estas en shock.- Contestó pensativo.
-Yo no estoy en sh...- Comencé a protestar pero su mirada me hizo callar.
Un ruido extraño vino desde una de las puertas que habían en el pasillo.
-La secadora- Dijo en modo de explicación.
Se incorporó y desapareció por una de las puertas. Volvió en unos minutos trayendo consigo mi ropa. Me la tendió y yo la tomé al tiempo que me incorporaba.
-¿El baño? - Pregunté.
-La segunda puerta de la izquierda.
Caminé y entré en el baño. Me miré al espejo, mi cabello caía rebelde por mi espalda, me lo alisé con una mano mientras dejaba la ropa encima del pequeño mueble que había. Rápidamente me vestí y me lavé la cara. Cuando salí, me sentí un poco mas tranquila y caminé despacio con la camiseta entre mis manos. Volví a sentarme en el sofá y se la tendí.
-Gracias.
El no contestó, pero me miró un buen rato y al fin habló.
-Vamos, te llevaré hasta tu casa.
El se encaminó hasta la puerta y yo lo seguí. Caminamos en silencio por las calles desiertas, el cielo ya había oscurecido y empezaba a refrescar. Después de caminar un buen rato llegamos hasta la ciudad, los locales iban cerrando y la gente se estaba yendo hacia sus casas para ir a cenar. Seguimos en absoluto silencio, excepto de vez en cuando que le decía donde había que doblar.
-Aquí es. - Le dije susurrando.
El paró se dio la vuelta hacia mi mirando fijamente.
-Anastasia, esta será la última vez que nos veamos.
Me quedé en silencio confundida y apenada. ¿Porqué?
-No te convengo, soy peligroso Anastasia.
Negué con mi cabeza mirandolo.
-No lo eres. Me llevaste a tu casa sin saber quien era y me ayudaste. No eres peligroso.
El estalló en una carcajada mientras sacudía su cabeza, visiblemente divertido.
-No me conoces Anastasia, no sabes quien soy, lo único que sabes es que me llamo Lucas. Te ayudé porque lo necesitabas. - Contestó el muy serio. - Soy peligroso.
Me acerqué hacia el dejando un paso de distancia.
-No te tengo miedo. - Le mentí. En realidad no era por completo una mentira, pero es verdad que creía que era peligroso, todos mis instintos me lo decían.
El se acercó, eliminando la distancia entre nosotros y pegó su cuerpo al mio, su mano se movió hasta mi nuca sosteniéndome con fuerza y me hizo mirarlo fijamente a los ojos.
-¿Y ahora Anastasia? ¿Ahora me tienes miedo?-susurro.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo y la sensación de correr, de escapar, de peligro me golpeó con fuerza con mayor intensidad que nunca. El se inclinó todavía mas.
-Contesta.-Me ordenó.
-Si-dije con un hilo de voz.
El juntó sus labios con los mios y me besó con intensidad, su mano aún en mi nunca me sostenía cerca de el. Posé mis manos en su pecho para apartarlo, alejarlo, peor no pude, no tuve la voluntad. Derretida entre sus brazos dejé que me besara. Su cuerpo pegado contra el mio irradiaba calor y no pude apartarme. El se detuvo y me miró, su respiración acelerada igualaba la mía, se separó un paso y me soltó. Dio media vuelta y caminando tranquilamente desapareció por la esquina, dejandome completamente confusa y sola.

Extrañas Sensaciones. (capítulo 4) 

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