24 de abril de 2014

Metamorfosis: De Príncipe... A Bestia. (Capítulo 3)

Su dúplex estaba enfrente de mi. La casa de Christian.... ¡Iba a entrar! Oh si, gracias a mis padres por haberme echo torpe y no haber llegado a tiempo a clases.

-Mi casa-murmuró el.

Caminamos en silencio hasta la entrada, el sacó una llave y abrió. Entró y yo pasé detrás de el, una suave voz cantaba la letra Someone Like You de Adele desde donde supuse que era la cocina.

-¡Mamá! ¡Cierra la boca! -Gritó el.

Fruncí el ceño. ¿Siempre la trataba así? Una mujer de mediana edad apareció por una de las puertas del pasillo que teníamos delante nuestro. Tenía el pelo largo y oscuro, era alta y delgada. Ella nos vio y sonrió, inmediatamente me cayó bien y le devolví la agradable sonrisa.

-Cariño, no sabía que venías con alguien- Dijo con una voz dulce – Oh, pero que chica tan bonita.

Bonita. ¿Me dijo bonita? Creo que es la primera vez que ese adjetivo es aplicado sobre mi en los últimos... ¿Cuatro años? Es triste la vida de los feos ¿Verdad? Me sonrojé.

-Ya, pues ahora lo sabes. -Dijo Christian con una voz monótona.

¿Realmente tenía que tratarla así? Su madre me sonrió ignorando a su hijo.

-Bien pequeña, ya que no nos va a presentar, soy Alejandra, su madre, puedes llamarme Ale. -Dijo al tiempo que daba un paso y extendía una mano hacia mi.

Di un tímido paso en su dirección y se la estreché, su apretón firme me sorprendió, adivinando que no era tan frágil como aparentaba.

-Yo soy Anastasia, llámame Ana por favor.

Christian carraspeo irritado. Observé como ponía sus ojos en blanco y pasaba una mano por su cabello con aire frustrado.

-Ya ya ya, dejaros de formalidades, mamá, la verás por aquí seguido, me ayudará con historia.

Su actitud me molestó mucho. Deseaba conocer a su padre para averiguar si su carácter lo había sacado de el, dado que no parecía haberlo heredado de su simpática madre.

-Perdona los modales de mi hijo, Ana, fue un placer conocerte.

-Igualmente señora Blake.- Le dije sonriendo

-Dime Ale, por favor.- Dijo riendo mostrando sus perfectos dientes blancos- Me hace parecer más joven.

Iba a contestar pero Christian nos interrumpió bruscamente.

-Ya, pues no lo eres, vamos Ana. -Me tomó del brazo y me sacó casi arrastras del pasillo. Saludé con la mano a Ale mientras me dejaba llevar hacia el salón.

Su sala de estar era grande y agradable, todos los colores eran tonos suaves, como café, beige o crema, una moqueta blanca cubría todo el suelo y las paredes estaba llenas de estanterías con libros y adornos. En una de las paredes de la sala había colgada una televisión exageradamente grande. Enfrente un sofá y dos sillones rodeaban una pequeña mesita baja de vidrio. Christian me hizo un gesto para que me sentara en el sofá mientras me preguntaba que quería beber.

-Eh... Coca cola? -Pregunté insegura.

-Dos coca colas, perfecto.- Contestó el.

Encendió la gran televisión en la que estaban dando fútbol americano y se dirigió en silencio hacia la cocina. Dos minutos mas tarde estaba de vuelta con dos latas de Coca cola en la mano mostrando una sonrisa satisfecha.

-Mi madre se ha ido- dijo sonriendo.

En cualquier otra circunstancia hubiera creído que se alegraba porque quería acostarse conmigo, pero dado que era Christian Blake de quien hablábamos, definitivamente alguien inalcanzable para mi, no le di importancia a sus palabras. Le sonreí de vuelta mientras el se acomodaba a mi lado en el sofá y me entregaba una de las latas, di un sorbo y la deje en la mesita. Estuvimos en silencio unos minutos hasta que el me preguntó sin despegar los ojos de la televisión.

-¿Porqué te mudaste aquí?

-A mi... Padrastro- murmuré con odio- le ofrecieron un mejor trabajó aquí. Aceptó y mi madre decidió que nos mudaríamos, que empezaríamos de cero. Para “descubrir nuevos horizontes”.

-Ah- Dijo el.- ¿No te llevas bien con tu padrastro?

Fruncí el ceño ¿Se me notaba demasiado? Si era así, no me importaba.

-Bill es la persona que mas odio en el mundo, Christian.

El se quedó en silencio, segundos después despegó los ojos de la televisión y me miró fijamente.

-¿Porqué?- murmuró.

Temblaba de rabia, es la primera vez que me lo preguntaban y necesitaba tanto desahogarme... Mis ojos se llenaron de lágrimas y tuve que parpadear varias veces para retenerlas, se me hizo un nudo en la garganta y dije con un hilo de voz:

-Lo siento, no puedo decírtelo.

El me miró fijamente y asintió pensativo.

-Supongo que no es asunto mio.

Negué con la cabeza y el suspiró. Realmente se veía curioso. Cerré los ojos y conté hasta diez respirando hondo para calmarme, cuando los volví a abrir, vi a Christian mirando de nuevo la televisión y sonreí negando con la cabeza nuevamente. Estuvimos en silencio un buen rato hasta que el se desperezó y oh, dios mio, pasó un brazo por encima de mis hombros, reteniéndome mas cerca.

Me removí inquieta mirándolo nerviosamente. ¿Se me notaba que nunca había tenido novio en mis 15 años de vida? Lo miré de nuevo mientras una sonrisa satisfecha se extendía por su rostro. El tomó el mando de la televisión y la apagó. Me miró a los ojos y murmuró aún sonriendo:

-¿Sabes? No se porqué no me fijé antes en ti, eres muy guapa.

Me mordí el labio para aguantar una risita nerviosa. ¿Me acaba de decir guapa o lo he imaginado? ¿No estaré soñando? El acercó lentamente su rostro al mio y se detuvo a unos centímetros. Sentí su aliento cálido en mi cara e inspiré su embriagador perfume. Si, definitivamente, tengo que estar soñando. Si era un sueño podía hacer lo que quisiera... ¿verdad? Me acerqué mas y rocé mis labios con los suyos saboreando el momento. Una serie de sensaciones se arremolinaban en mi estómago, sensaciones que se sentían... Reales. El pegó sus labios a los mios con intensidad y me besó con fiereza, con hambre. Nuestros cuerpos estaban inclinados hacia el otro y sus manos se deslizaron por mi cintura pegándome a el. ¿ESTO REALMENTE ESABA PASANDO? Bueno, al menos sus labios se sentían reales. Le seguí el beso con timidez y el se separó jadeando. Yo respiraba entrecortado y lo miré dolida ¿Porqué se apartaba? ¿Que hice mal?

El acarició mi cabello e inclinó mi cabeza hacia un lado, dejando mi cuello libre donde el depositó pequeños besos. Una de sus manos se fue deslizando por adentro de mi blusa acariciando mi estómago con pequeños círculos y fue subiendo lentamente... Me aparté de el y lo miré jadeando.

-Para- Le dije nerviosa con un hilo de voz mientras me ponía un mechón rebelde de cabello detrás de la oreja- Lo siento.

-¿Que pasa? -Dijo el molesto.

-Yo... Estás yendo demasiado rápido.

Me miró frunciendo el ceño y preguntó:

-¿Acaso eres virgen?

Asentí avergonzada y el sonrió acercándose de nuevo.

-Mejor todavía, no tienes porqué tener miedo, no te haré daño.

Eliminando la distancia entre nosotros me volvió a besar con intensidad y yo abrí mi boca sorprendida. Christian aprovechó la ocasión para meter dentro su lengua. Intenté volver a apartarme pero sus manos sostenían mis hombros con fuerza impidiéndolo. Le mordí el labio con fuerza y el se apartó asombrado. Me paré rápidamente y lo miré enojada.

-¡Te dije que pararas!

-¡Vamos Ana! Vuelve aquí, se que quieres- El sonrió despreocupado – Si pensaste por un momento que me creí eso de que eras virgen es que realmente estás loca. Seguro que haces esto muy seguido, demasiado.

Abrí mi boca sorprendida y muy enojada. ¿Acababa de insinuar que....? Recogí mi mochila del sillón y le pegué una fuerte bofetada en la cara.

-Eres un cerdo Christian.

Caminé hasta la puerta ignorándolo por completo y la abrí saliendo al exterior. Cerré la puerta de un portazo y caminé hasta mi casa en silencio, mi mano ardía casi tanto como mis ojos, que retenían lágrimas de humillación. Ese fue el momento en el que volví a la realidad, Christian no era el príncipe azul que imaginé, el chico con el que soñaba por las noches que combatía bestias y dragones, mi caballero blanco... El no era nada de eso, era mas bien... La bestia contra la que luchar. Si, eso era, en un día Christian se había convertido de príncipe, a bestia.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que cuando alcé la vista me encontraba en el otro extremo de la ciudad, mi madre me había advertido miles de veces que no debía venir aquí, era un sitio peligroso. Me di la vuelta para volver sobre mis pasos y choqué con alguien.

-¡Oye cuidado! - Exclamé desde el piso, me dolía el hombro.

-Mira por donde vas- Masculló el también desde el piso.

Lo miré y me quedé perdida en sus ojos azules.

 Metamorfosis: De Príncipe... A Bestia. (Capítulo 3)

No hay comentarios:

Publicar un comentario