El instituto, un infierno, no perdón, mi infierno. Me levanto cada
mañana con ganas de que me parta un rayo al medio ¿Saben lo que es estar
en medio de un salón repleto de gente y sentirse sola? Así es mi vida.
Sin embargo, esta mañana es distinta, me despierto de buen humor,
escucho los ruiseñores cantar y veo los rayos de sol filtrarse por mi
ventana. ¿Que ha cambiado? Ah, si, tengo el número de Christian.
Una
sonrisa juega en mis labios mientras me desperezo, oh si, hoy no me
importa que todos me eviten, no me importa que se rían, tengo una
oportunidad de hacer que todo esto cambie, y no voy a desperdiciarla.
- ¡Ana! ¡A desayunar!- Los gritos de mi madre rompen por completo la armonía de mi cuarto.
-¡Ya voy! - Le contesto de vuelta.
Miro
la hora, aún tengo tiempo. Agarro mi toalla y entro en el baño, durante
los treinta minutos siguientes me doy una ducha de agua fría mientras
pienso en la tarde de ayer, el recuerdo de su sonrisa está intacto. Al
quinto grito de mi madre, cierro el grifo. Me seco y me visto
rapidamente, sé que llegaré tarde, pero no me importa. Bajo a
trompizones las escaleras y entro en la cocina.
-¡Ana! ¡Llegarás tarde!- Dice mi madre enojada.
-¿Podrías dejár de gritarme? Arruinaras mi buen humor.
-Pero... ¡Llegarás tarde!
-Yo puedo llevarla-Dijo alguien con la voz ronca.
Me
giro y hago una mueca de repugnancia. El es Bill, mi padrastro, y lo
odio tanto que duele. Mi madre lleva casada con el 7 años y lo he odiado
cada segundo de mi vida. El intentó abusar de mi y de mi hermano cuando
eramos críos, pero empezamos a gritar y vinieron los vecinos, estabamos
tan asustads que no dijimos nada y el inventó una estúpida historia
para safarse del problema. ¿Porqué no dijimos nada estos años? Tengo
miedo. Es el doble de alto que yo y que mi hermano Jake, el tiene 17, yo
15. Creo que decírselo a alguien sería lo mejor, pero el nos amenaza,
se que siempre lleva una navaja encima, lo he visto. Mi hermano ya no
vive aquí, viene cada dos meses a pasar un fin de semana, de forma que
tengo que lidiar con Bill y sola, y le tengo miedo, y asco.
- No,
iré caminando - Me dí media vuelta, agarré una tostada del plato y salí
precipitada por la puerta. Oh no, está lloviendo. Pero no volveré a
entrar, no quiero que mi madre me obligue a tener que ir con Bill. Me
subo la capucha de la sudadera y empiezo a correr mirando el suelo para
intentar no tropezarme.
Mi instituto está a unas 15 calles de mi
casa, por lo cual tuve que correr mucho si no quería legar demasiado
tarde. Llegando a la ultima calle, veo que el conserje se dirije a la
puerta para cerrarla, así que corro más que nunca agitando un brazo para
que me vea. De repente, siento que ya no toco el suelo y maldigo por
dentro ser tan torpe. Estiro mis brazos para parar el impacto cuando
siento una fuerte mano que me sostiene de la cintura justo cuando estaba
a punto de caer.
-¡Cuidado! - Esa voz.... ¡Es Christian!
El me ayuda a incorporarme y lo miro, está todo empapado, al igual que yo.
-¿Estas bien? -Dice el mirandome de arriba a abajo.
-Eh... Si, gracias. -Lo miro y lo siento, ese cosquilleo cuando lo veo pasar.
Sonrie y mira por encima de mi hombro, entonces su rostro se vuelve serio y maldice.
-Creo que vamos a tener que quedarnos afuera.
Me
giro y veo la puerta del instituto cerrada, hemos llegado tarde, si no
hubiera sido tan torpe ambos hubieramos llegado a clases.
-Lo siento, ha sido mi culpa.
-Oye, está bien, no importa, le podría haber pasado a cualquiera. -Me contestó el sonriendo.
-Pero siempre me pasa a mi-comento avergonzada.
-No
te preocupes-El sonríe y mi angustia desaparece como por arte de magia-
Oye, no pienso quedarme todo el día aquí parado ¿Quieres beber algo?
Asentí
nerviosa, es increíble la confianza en mi misma que gané desde ayer.
Caminamos en silencio a no se donde, sinceramente no miro el camino, me
siento tan bien a su lado que camino mirando mis pies para no volver a
tropezar. Recuerdo su fuerte mano en mi cintura... Mis mejillas se
vuelven de color escarlata y el me mira de reojo.
-Pasa algo?
Levanto la cabeza para encontrar sus ojos y niego con la cabeza aún roja de verguenza. El sonríe y asiente pensativo.
El
gira hacia la derecha en la esquina y yo le sigo, entonces elevo la
cabeza y miro mi entorno, ya se a donde vamos, estamos a dos calles de
la cafetería Spring. Estoy nerviosa, pasaré las siguientes horas con el.
Doy gracias a quien sea que gobierne el universo por haberme echo
torpe.
El para y sonríe hacia mi.
-Llegamos.
No entiendo, aún no hemos llegado a la cafetería ¿A donde se dirige?
Giró
hacia la izquierda y observé un bonito dúplex muy moderno. Lentamente
me di cuenta de que era su casa. ¡¿ Ibamos a su casa ?!
Los Beneficios De Ser Torpe. (Capítulo 2)
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