Su dúplex estaba enfrente de mi. La casa de Christian.... ¡Iba a
entrar! Oh si, gracias a mis padres por haberme echo torpe y no haber
llegado a tiempo a clases.
-Mi casa-murmuró el.
Caminamos
en silencio hasta la entrada, el sacó una llave y abrió. Entró y yo
pasé detrás de el, una suave voz cantaba la letra Someone Like You de
Adele desde donde supuse que era la cocina.
-¡Mamá! ¡Cierra la boca! -Gritó el.
Fruncí
el ceño. ¿Siempre la trataba así? Una mujer de mediana edad apareció
por una de las puertas del pasillo que teníamos delante nuestro. Tenía
el pelo largo y oscuro, era alta y delgada. Ella nos vio y sonrió,
inmediatamente me cayó bien y le devolví la agradable sonrisa.
-Cariño, no sabía que venías con alguien- Dijo con una voz dulce – Oh, pero que chica tan bonita.
Bonita.
¿Me dijo bonita? Creo que es la primera vez que ese adjetivo es
aplicado sobre mi en los últimos... ¿Cuatro años? Es triste la vida de
los feos ¿Verdad? Me sonrojé.
-Ya, pues ahora lo sabes. -Dijo Christian con una voz monótona.
¿Realmente tenía que tratarla así? Su madre me sonrió ignorando a su hijo.
-Bien
pequeña, ya que no nos va a presentar, soy Alejandra, su madre, puedes
llamarme Ale. -Dijo al tiempo que daba un paso y extendía una mano hacia
mi.
Di un tímido paso en su dirección y se la estreché,
su apretón firme me sorprendió, adivinando que no era tan frágil como
aparentaba.
-Yo soy Anastasia, llámame Ana por favor.
Christian carraspeo irritado. Observé como ponía sus ojos en blanco y pasaba una mano por su cabello con aire frustrado.
-Ya ya ya, dejaros de formalidades, mamá, la verás por aquí seguido, me ayudará con historia.
Su
actitud me molestó mucho. Deseaba conocer a su padre para averiguar si
su carácter lo había sacado de el, dado que no parecía haberlo heredado
de su simpática madre.
-Perdona los modales de mi hijo, Ana, fue un placer conocerte.
-Igualmente señora Blake.- Le dije sonriendo
-Dime Ale, por favor.- Dijo riendo mostrando sus perfectos dientes blancos- Me hace parecer más joven.
Iba a contestar pero Christian nos interrumpió bruscamente.
-Ya,
pues no lo eres, vamos Ana. -Me tomó del brazo y me sacó casi arrastras
del pasillo. Saludé con la mano a Ale mientras me dejaba llevar hacia
el salón.
Su sala de estar era grande y agradable, todos
los colores eran tonos suaves, como café, beige o crema, una moqueta
blanca cubría todo el suelo y las paredes estaba llenas de estanterías
con libros y adornos. En una de las paredes de la sala había colgada una
televisión exageradamente grande. Enfrente un sofá y dos sillones
rodeaban una pequeña mesita baja de vidrio. Christian me hizo un gesto
para que me sentara en el sofá mientras me preguntaba que quería beber.
-Eh... Coca cola? -Pregunté insegura.
-Dos coca colas, perfecto.- Contestó el.
Encendió
la gran televisión en la que estaban dando fútbol americano y se
dirigió en silencio hacia la cocina. Dos minutos mas tarde estaba de
vuelta con dos latas de Coca cola en la mano mostrando una sonrisa
satisfecha.
-Mi madre se ha ido- dijo sonriendo.
En
cualquier otra circunstancia hubiera creído que se alegraba porque
quería acostarse conmigo, pero dado que era Christian Blake de quien
hablábamos, definitivamente alguien inalcanzable para mi, no le di
importancia a sus palabras. Le sonreí de vuelta mientras el se acomodaba
a mi lado en el sofá y me entregaba una de las latas, di un sorbo y la
deje en la mesita. Estuvimos en silencio unos minutos hasta que el me
preguntó sin despegar los ojos de la televisión.
-¿Porqué te mudaste aquí?
-A
mi... Padrastro- murmuré con odio- le ofrecieron un mejor trabajó aquí.
Aceptó y mi madre decidió que nos mudaríamos, que empezaríamos de cero.
Para “descubrir nuevos horizontes”.
-Ah- Dijo el.- ¿No te llevas bien con tu padrastro?
Fruncí el ceño ¿Se me notaba demasiado? Si era así, no me importaba.
-Bill es la persona que mas odio en el mundo, Christian.
El se quedó en silencio, segundos después despegó los ojos de la televisión y me miró fijamente.
-¿Porqué?- murmuró.
Temblaba
de rabia, es la primera vez que me lo preguntaban y necesitaba tanto
desahogarme... Mis ojos se llenaron de lágrimas y tuve que parpadear
varias veces para retenerlas, se me hizo un nudo en la garganta y dije
con un hilo de voz:
-Lo siento, no puedo decírtelo.
El me miró fijamente y asintió pensativo.
-Supongo que no es asunto mio.
Negué
con la cabeza y el suspiró. Realmente se veía curioso. Cerré los ojos y
conté hasta diez respirando hondo para calmarme, cuando los volví a
abrir, vi a Christian mirando de nuevo la televisión y sonreí negando
con la cabeza nuevamente. Estuvimos en silencio un buen rato hasta que
el se desperezó y oh, dios mio, pasó un brazo por encima de mis hombros,
reteniéndome mas cerca.
Me removí inquieta mirándolo
nerviosamente. ¿Se me notaba que nunca había tenido novio en mis 15 años
de vida? Lo miré de nuevo mientras una sonrisa satisfecha se extendía
por su rostro. El tomó el mando de la televisión y la apagó. Me miró a
los ojos y murmuró aún sonriendo:
-¿Sabes? No se porqué no me fijé antes en ti, eres muy guapa.
Me
mordí el labio para aguantar una risita nerviosa. ¿Me acaba de decir
guapa o lo he imaginado? ¿No estaré soñando? El acercó lentamente su
rostro al mio y se detuvo a unos centímetros. Sentí su aliento cálido en
mi cara e inspiré su embriagador perfume. Si, definitivamente, tengo
que estar soñando. Si era un sueño podía hacer lo que quisiera...
¿verdad? Me acerqué mas y rocé mis labios con los suyos saboreando el
momento. Una serie de sensaciones se arremolinaban en mi estómago,
sensaciones que se sentían... Reales. El pegó sus labios a los mios con
intensidad y me besó con fiereza, con hambre. Nuestros cuerpos estaban
inclinados hacia el otro y sus manos se deslizaron por mi cintura
pegándome a el. ¿ESTO REALMENTE ESABA PASANDO? Bueno, al menos sus
labios se sentían reales. Le seguí el beso con timidez y el se separó
jadeando. Yo respiraba entrecortado y lo miré dolida ¿Porqué se
apartaba? ¿Que hice mal?
El acarició mi cabello e inclinó
mi cabeza hacia un lado, dejando mi cuello libre donde el depositó
pequeños besos. Una de sus manos se fue deslizando por adentro de mi
blusa acariciando mi estómago con pequeños círculos y fue subiendo
lentamente... Me aparté de el y lo miré jadeando.
-Para- Le dije nerviosa con un hilo de voz mientras me ponía un mechón rebelde de cabello detrás de la oreja- Lo siento.
-¿Que pasa? -Dijo el molesto.
-Yo... Estás yendo demasiado rápido.
Me miró frunciendo el ceño y preguntó:
-¿Acaso eres virgen?
Asentí avergonzada y el sonrió acercándose de nuevo.
-Mejor todavía, no tienes porqué tener miedo, no te haré daño.
Eliminando
la distancia entre nosotros me volvió a besar con intensidad y yo abrí
mi boca sorprendida. Christian aprovechó la ocasión para meter dentro su
lengua. Intenté volver a apartarme pero sus manos sostenían mis hombros
con fuerza impidiéndolo. Le mordí el labio con fuerza y el se apartó
asombrado. Me paré rápidamente y lo miré enojada.
-¡Te dije que pararas!
-¡Vamos
Ana! Vuelve aquí, se que quieres- El sonrió despreocupado – Si pensaste
por un momento que me creí eso de que eras virgen es que realmente
estás loca. Seguro que haces esto muy seguido, demasiado.
Abrí
mi boca sorprendida y muy enojada. ¿Acababa de insinuar que....? Recogí
mi mochila del sillón y le pegué una fuerte bofetada en la cara.
-Eres un cerdo Christian.
Caminé
hasta la puerta ignorándolo por completo y la abrí saliendo al
exterior. Cerré la puerta de un portazo y caminé hasta mi casa en
silencio, mi mano ardía casi tanto como mis ojos, que retenían lágrimas
de humillación. Ese fue el momento en el que volví a la realidad,
Christian no era el príncipe azul que imaginé, el chico con el que
soñaba por las noches que combatía bestias y dragones, mi caballero
blanco... El no era nada de eso, era mas bien... La bestia contra la que
luchar. Si, eso era, en un día Christian se había convertido de
príncipe, a bestia.
Estaba tan absorta en mis pensamientos
que cuando alcé la vista me encontraba en el otro extremo de la ciudad,
mi madre me había advertido miles de veces que no debía venir aquí, era
un sitio peligroso. Me di la vuelta para volver sobre mis pasos y
choqué con alguien.
-¡Oye cuidado! - Exclamé desde el piso, me dolía el hombro.
-Mira por donde vas- Masculló el también desde el piso.
Lo miré y me quedé perdida en sus ojos azules.
Metamorfosis: De Príncipe... A Bestia. (Capítulo 3)
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