Capítulo
8. Interrogatorio fallido.
Sus
ojos azules me cautivan una vez mas. Nos miramos fijamente sin
apartar la mirada. Su cabello negro despeinado le cae sobre los ojos
y tengo que apretar la mano en un puño para contener el impulso de
apartárselo. Mis ojos bajan momentáneamente hasta sus labios y el
sonríe divertido.
-¿Estas
bien?-Murmura, y sé que es hora de hablar.
Mi
mente es un terremoto de pensamientos confusos. ¿Estoy bien? Bueno,
hace unas horas me encontraba en el piso de mi casa temblando
mientras mi padre me golpeaba en el estómago, las costillas y la
cabeza. Y el chico que ocupa mis pensamientos, el que me besó, el
que me aseguró que no nos volveríamos a ver, el que piensa
firmemente que es peligroso, es quien me salvó.
-No
lo estas, ¿Verdad?-Dice él.
Niego
con la cabeza. El viento vuelve a soplar con fuerza y me hace
tiritar. Hago una mueca de dolor.
Lucas
frunce el ceño preocupado.
-Salgamos
de aquí, debes de estar congelándote.-Se pone en pie y me tiende
una mano.- Vamos a hablar a otro sitio.
Tomo
su mano y el me ayuda a ponerme en pie con sumo cuidado. Caminamos
lentamente hasta la puerta del ático y nos paramos cuando vemos las
escaleras. No se si podré bajarlas. Apoyándome del brazo de Lucas,
bajo un pie al primer escalón y siento una fuerte punzada en las
costillas. Se me escapa un jadeo de dolor. Bajo el otro pie con
cuidado, pero me duele todo el cuerpo y no puedo evitar el grito que
se escapa de mis labios. No podré bajar. Él me mira preocupado.
-No
puedo.-Le digo.-Yo... Creo que tendrás que ayudarme.
Me
mira un segundo y luego se acerca a mi. Con mucho cuidado, pasa un
brazo por debajo de mis rodillas y el otro por los hombros, tomándome
en brazos. Poco a poco baja los escalones conmigo y llegamos al
pasillo del último piso.
-¿Peso
mucho? -Le pregunto a Lucas.
El
niega con la cabeza y me sonríe con una mirada divertida.
-Oye,
ya puedes bajarme. -Le digo al ver que aún sigo en sus brazos.
-No.
Es mas rápido así y no te haces daño.-Dice mientras niega con la
cabeza.
En
el fondo estoy aliviada. No por el dolor, si no porque la sensación
de tener sus brazos a mi alrededor es confortante. Apoyo la cabeza en
su pecho mientras él camina y escucho los latidos de su corazón.
Cierro los ojos y dejo que Lucas me lleve a donde sea que vayamos. Su
cuerpo desprende calor y me siento querida en sus brazos.
-Llegamos,
Cenicienta.- Murmura él en mi oído.
Abro
los ojos y él me deja con cuidado en el suelo. Frente nuestro hay
una puerta con el número 342. Lo miro interrogativa y el sonríe.
Saca una llave del bolsillo y abre la puerta, dejándome pasar.
-¿Quien
vive aquí?-Le pregunto.
El
salón es bastante grande, formado por un sofá de cuatro plazas, dos
sillones y una mesita. La televisión reposa en una pequeña repisa
postrada sobre la pared. Lo que mas me llama la atención es el piso,
todo cubierto de una moqueta blanca. Todo está limpio y organizado.
A la izquierda del salón, está la cocina. Es pequeña, pero muy
bonita. Y a la derecha sale un pasillo que supongo yo que dará paso
a las habitaciones.
-Una
amiga. Estabas inconsciente y no sabía que hacer contigo, así que
la llamé y le pregunté si podía prestarme el apartamento para una
emergencia.
Asentí
con la cabeza. Y caminé hasta el centro del salón. Sentí sus pasos
detrás mio.
-¿Y
ahora qué?-Le pregunté.
-Ahora
nos sentamos y hablamos.
Se
dirigió al sofá con determinación y se sentó, haciéndome un
gesto para que me sentara a su lado. Me acomodé al lado suyo y
suspiré, girándome a mirarlo.
-¿De
qué quieres hablar?
El
silencio reinó en el salón durante unos segundos.
-Desde...
¿Desde hace cuanto?
Lo
miré en silencio. No podía contestarle. Él estaba preguntando por
Bill, un tema que he tenido que callar durante años. No podía
confiarle mis mas oscuros miedos a él. Lucas esperó pacientemente
por una respuesta, pero mis labios no articularon ninguna palabra.
-Ana,
por favor.
Un
nuevo silencio.
-Creí
que íbamos a hablar.-Masculló.
-No
puedo contestarte esas cosas Lucas.-Murmuré.
-Te
salvé la vida.
Ambos
nos miramos a los ojos.
-Gracias.
-De
nada.
-Entonces...
- Continua él, dispuesto a obtener una respuesta.
-No.
Vamos a hacer un trato. Yo también quiero preguntarte cosas. Si tu
me respondes algo, yo te respondo algo. Una y una.
-Es
justo. -Respondió. -Sin evasivas.
-Sin
mentiras.-Repliqué.
No
contestó.
-Bien.
¿Qué quieres saber?-Me preguntó.
Pensé
muy bien antes de contestarle.
-Te
agradezco que me ayudaras... Pero, ¿Que hacías en mi casa? ¿Me
espiabas?
El
me miró y tragó saliva.
-Si.
Su
respuesta me confundió por completo. ¿Por qué demonios Lucas me
estaba espiando a las cuatro de la mañana? ¿Y por qué demonios eso
no me asustaba ni me enojaba?
-¿Por
qué?
-Lo
siento, eso ya son dos preguntas. Es mi turno-contestó él. - ¿Desde
hace cuanto?
-Desde
que tenía cinco años. Hasta los 12. Mi hermano ya tenía 15 y le
dio una paliza brutal. Le dijo que si me volvía a poner un dedo
encima, lo mataría. Unos años mas tarde el se fue a la universidad
y se mudó. Y yo me quedé sola con mamá y con Bill. Nunca intentó
nada, porque nunca estaba en casa. Hasta anoche.
Sus
manos cerradas en un puño temblaron y vi la tensión en su
mandíbula.
-¿Por
qué mierda nunca dijiste nada?
-Lo
siento, eso ya son dos preguntas. -Respondí, devolviéndole sus
palabras. -¿Por qué me espiabas?
-Porque
estaba preocupado. Un amigo me dijo que últimamente habías faltado
a clases y pensé que te había pasado algo. Así que... Conseguí tu
dirección y fui a verte. -Contestó el.-
¿Por qué nunca dijiste nada Anastasia?
-Tenía
miedo. Pensé mil veces en hacerlo, pero no podía. Y cuando Jake se
fue, desapareció mi única protección y sabía que si hablaba con
mi madre, o con la policía, Bill me haría daño. -Respondí. - ¿Por
qué decidiste ir a verme a las cuatro de la mañana si se supone que
querías saber como estaba?
El silencio inundó la
sala.
-Porque no quería que
me vieras.
-No creo que haya sido
por eso que estabas en mi casa.-Repliqué.
-Te estoy diciendo la
verdad.-Contestó.
-Claro, y yo tengo
tres años.
Ambos nos miramos
enfadados. Que frustrante. Me acomodo en el sofá dispuesta a
conseguir una respuesta de verdad, pero un intenso dolor se esparce
por mi pecho cuando me muevo. No puedo evitar el jadeo de dolor que
sale de mi boca. Lucas me mira preocupado y se acerca más a mi.
-¿Qué te duele
Anastasia?
-Las costillas, el
estómago y la cabeza.-Le contesto.
-Dejame verte.- Me
dice él. -Recuestate sobre el sofá.
Hago lo que me dice.
Apoyo la cabeza sobre el brazo del sofá y me estiro con cuidado
sobre él. Lucas se pone de pie para dejarme espacio y se arrodilla a
mi lado. Me sube la camiseta poco a poco hasta la altura de las
costillas y emite un gruñido de rabia.
-Lo voy a matar.
Me inclino un poco
para poder verme y jadeo. Mis costillas están magulladas y tengo
moretones de un intenso color violeta por todos lados. Lucas estira
una mano con delicadeza y acaricia con cuidado uno de los moretones.
Me estremezco. Sus dedos están cálidos y siento calor allí donde
sus dedos pasan.
-¿Te duele?.-Me
pregunta mientras me acaricia la piel con cuidado.
-No.-Susurro.
Él alza los ojos
desde mi cuerpo hasta mis ojos. Y nos miramos fijamente. Siento sus
manos calientes sobre mi piel. Mi corazón late con fuerza. Lucas
desliza la mirada hasta mis labios y mi respiración se acelera. Él
se inclina sobre mi y yo me muevo un poco hacia adelante,
anhelandolo. De repente la puerta del apartamento se abre de golpe
entra una chica, es alta y delgada, su cabello es oscuro y le cae en
abundantes rizos sobre la espalda. Cuando nos ve se detiene y nos
mira sorprendida y esboza una sonrisa mitad amarga mitad burlona.
-Vaya, que bien se lo
pasan algunos.- Dice ella.
Yo me aparto y me bajo
la camiseta rápidamente, si ella a visto las marcas, no ha dicho
nada. Lucas se pone en pie y me mira.
-Ana, ella es
Yessenia.-Y se gira hacia ella.- Yes, ella es Ana.
Yessenia deja su bolso
sobre la mesa de la cocina y se gira hacia Lucas con las manos en al
cintura.
-¿Por qué demonios
te presto mi casa para una emergencia y tu la usas para desnudar a
una chica?- Le pregunta enfadada.
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